Aniversario de C1b3rwall
Prácticamente, desde que terminó el I Congreso de C1b3rwall, muchos de los asistentes ansiábamos volver a Ávila. Fueron unos días tan intensos, tan cargados de conocimiento, de compartir nuestras vidas con personas afines, que queríamos volver a repetirlo… Y así quitábamos hojas del calendario, ilusionados en volver.
Pero este 2020 se tornó difuso, primero cuando observé que el artículo que había escrito para conmemorar el evento lo habían “tumbado” del sitio donde lo subí. Había creído que alguna vez ganaría algo por escribir y, aunque ya sabía que no ocurriría, que desapareciera me causó estupor. Por eso acompaña a estas líneas.
Después de ese golpe, vino la gran desilusión: no se celebraría ningún congreso, ni los previstos a partir de abril, ni mayo, ni junio… El último multitudinario fue rootedCON (inalcanzable inicialmente para mí aunque después de hablar con su organizador, todo se andará) y después… la desolación.
Pero sabiendo que somos inquietos por naturaleza, y que las circunstancias nos obligaban a quedarnos “aislados”, sólo conectados por medio de aquello que nos hace sentirnos “como pez en el agua”, el ciberespacio se convirtió en nuestro lugar de reunión: en los canales de Telegram empezamos a organizarnos, haciendo eventos los fines de semana, como en el que participé de Happy Hacking Sevilla; o el que, durante Semana Santa, llenaron nuestros hogares con @C0r0n4c0n, o los magníficos componentes de HackMadrid, que han estado haciendo conferencias continuamente, entre tantos…; Twitter también fue (y es) un hervidero de conexiones, donde hemos compartido más conocimiento que nunca; Linkedin tampoco se quedó corto, y no hubo descanso en publicaciones, artículos, charlas online…
Alrededor del 25 de mayo empezaron a circular rumores por el ciberespacio, cuchicheos que estaban claramente destinados a despertarnos de este letargo de más de 3 meses de ausencia de contacto físico entre nosotros, y que eran como un suave ronroneo que nos convocarían de nuevo… Y así fue como nos enteramos que, a pesar de los pesares, C1b3rwall volvía a nuestras vidas con… C1B3RWALL ACADEMY, un evento online donde los fantásticos organizadores de C1b3rwall, desde la Escuela de Policía Nacional, junto a numerosas comunidades de ámbito nacional, nos harán una edición inolvidable.
“La Academy en principio son 15 grandes módulos en un principio. … Es muy abierto porque la idea es ir subiendo ahí todo tipo de talleres, ponencias, clases… También tenemos preparado material que entendemos fuera de los módulos como un vídeo paso a paso de cómo instalar un laboratorio de entrenamiento de pruebas para que la gente pueda ir practicando paso a paso las diferentes técnicas que vayan explicando los ponentes”, palabras textuales de su organizador, Carlos Loureiro, y reproducidas con permiso de www.derechodelared.com (la entrevista completa, la tenéis en éste enlace: https://derechodelared.com/carlos-loureiro-entrevistando-al-coordinador-de-la-c1b3rwall-academy/).
El miércoles 10 de junio comienza su proceso de inscripción. Ni que decir tiene que es cita obligatoria, más cuando es a distancia y, como fue su predecesor, gratuito.
Y, sin más, os dejo el artículo del año pasado:
El Espíritu de C1b3rwall
Cuando el 10 de diciembre de 2018 se anunció el “I Congreso de Seguridad Digital y Ciberinteligencia”, organizado por la Policía Nacional, su Escuela, y el Instituto de Ciencias Forenses y Seguridad de la Universidad Autónoma de Madrid, algo en mi interior se removió: conocía a varias de las personas implicadas en ese macroproyecto, y estaba convencido que podría ser una oportunidad única para acercarme más y hacer networking, especialmente con un sector de la sociedad imprescindible para la vida pública: los profesionales de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (FCSE).
Su propio nombre creó confusión: C1b3rwall lleva la característica que todo hacker, en su día, habrá realizado, intercambiar letras por números que la representan, en este caso, la “i” por un 1 y la “e” por un 3. Hubo personas a las que les costó, pero a los nativos digitales (y los hackers los somos, especialmente los que llevamos decenas de años en esto) fue un como guiño que acogimos con ilusión.
Un mes antes de la fecha, se abrieron las inscripciones. 4000 solicitudes atascaron las cuentas de correo de la organización, jamás se había visto tal interés. La organización, sobrecogida, no daba abasto, y todos sabíamos que dejaríamos de ser invisibles y desconocidos, al revelar nuestro interés por ese congreso donde la Ley y los Hackers (con mayúsculas) se daban la mano para impartir y enseñar el conocimiento: talleres, conferencias, almuerzos, cenas… Lo físico y lo digital se entrelazaban, porque una cosa va unida a otra, y creamos grupos de Telegram donde organizar quedadas, transferir información, fotos, confidencias (que de nada servían porque pronto llegaron los auténticos protagonistas y nos sentimos como pez en el agua, rodeados de nuestros ídolos cibernéticos).
Cinco días antes, tuve un evento en Madrid, el CISODay19, de 8 horas de duración y fue apoteósico… ¿qué podía esperar de C1b3rwall?
El congreso eran 4 días con conferencias y talleres simultáneos, hasta en 7 estancias a la vez. Tuvimos que hacernos una hoja de ruta con lo que queríamos ver, era imposible abarcarlo todo y, en mi caso, tuve que decidir entre “lo conocido” y lo “aprendible”. Decidí asistir a lo conocido, por varios motivos: 1) Si quien lo imparte me conoce, se relaja, y le cuesta menos (si me ocurre así en mis eventos, supongo que a los demás también); 2) Si lo que imparte me suena o conozco, se produce una mejor asimilación que si no tengo ni idea (ojo: sé que tengo fama de supermegamaster, pero no, no, he de seguir aprendiendo, todos los días); 3) sabía del compromiso por parte de los ponentes de publicar sus charlas a posteriori, por lo que las que dejaba atrás las podría estudiar más tarde.
Quedé con un amigo de Sevilla, aunque la emoción comenzó antes de tiempo porque uno de los ponentes más laureado, no tenía combinación para asistir y decidí ir por él (los frikis hacemos cosas raras, ya sabéis) y, una vez los 3 juntos, nos hicimos una foto que recorrió el mundo al ser publicada en Twitter, parecía un chiste: “Érase una vez un sevillano, un cordobés y un malagueño camino de la C1b3rwall de Ávila…”
Los medios de comunicación nos avisaban que asistirían unas 2500 personas. Yo, que durante 14 años he sido ingeniero de congresos, me parecía una barbaridad, ya que si gestionar 400 personas era una salvajada, 6 veces más podía ser una auténtica locura. Se adelantó la hora de las inscripciones y se abrieron las puertas a su lugar más preciado, la Escuela de Policía Nacional. Me dirigí a la primera letra de mi apellido y mi inscripción quedó completa, no sin antes observar a un chaval que quiso dar la nota al ir con su capucha de hacker (no era piojosa, así que no debía llevar mucho tiempo… Con el Lorenzo matutino podría haber pillado el colorín del calor que hacía).
Sólo podría asistir 3 días, así que debía optimizar el tiempo al máximo. Tenía unas cuantas desdigitalizaciones pendientes (sí, desdigitalizar, no desvirtualizar… Eso es tema para otro artículo), con foto incluida, una dedicatoria de una primera edición de un libro, unos cuantos abrazos por dar, muchos besos que repartir… Demasiado. Tenía la fortuna de tener entrada VIP (a los feos nos las dan, no somos peligrosos) y así sería más fácil localizar, saludar, hablar y relacionarse.
Podría enumerar y relatar cada conferencia que asistí, lo que viví con cada persona, pero este artículo sería demasiado largo. Pero si algo he de destacar, es la exquisita educación que todos los Policías Nacionales, tanto alumnos, profesores, licenciados, profesionales y mandatarios demostraban: todos nos saludaron con el respectivo “buenos días o tardes”, y con saludo militar, expresando el respeto mutuo y orgullo en el servicio, lo cual nos hacía sentir importantes, algo para lo que no estamos ni preparados ni habituados. Y es que, en realidad, estábamos en su casa, que también es nuestra, y seguramente fueron los miembros de la Escuela los artífices del buen ambiente que se vivió en Ávila.
Como soy altamente distraído, pensé que sería bueno realizar un tuit con cada conferencia o taller a la que iba a asistir, retransmitiendo casi en directo por donde me movía, subido fotos desde mi perspectiva con su ID de Twitter para que luego los ponentes pudieran ver su llenado total de las aulas y quiera que no, sentir una recompensa mayor por haber transmitido ese conocimiento tan específico y extraordinario; así también sería fácil localizarme a mí mismo en el ambiente ciberembriagante que vivía y, a la hora de dar gracias (que me conozco…) también sería más sencillo.
Hay un sentimiento que es difícil expresar con palabras, pero allí estábamos 3000 personas interconectadas, que tenemos algo en común aunque cada uno sea de su padre y de su madre, que nos metíamos en aulas abarrotadas para conocer a nuestros ídolos de las redes sociales multidisciplinares y que son auténticos expertos en sus áreas; queríamos hacer prácticas pero no era posible, debíamos ser esponjas de lo que nos contaran, tomar notas y para luego aprender de ellas. En el Auditorio Central, viví con emoción conferencias con todos los asientos ocupados, lleno hasta la bandera; pero es que los talleres no eran menos y hasta tuve que sentarme en el suelo para escuchar alguna práctica; observé en varias ocasiones a asistentes que se miraban “con cara de pingüino” (expresión que utilizo cuando alguien no entiende nada de lo que le hablan), y a otros cuyos ojos les brillaban al comprender cómo se descompilaba una aplicación de Android, se recuperaba información de móviles, se empleaban las distintas fuentes existentes en Internet para obtener perfiles digitales de personas físicas o se realizaban ataques ofensivos para comprobar la resistencia de las infraestructuras de las empresas.
Lo raro de todo es que no existía el sentimiento de “peligro” o de “incomodidad” que podría darse el caso al estar tantas gentes distintas juntas, y más donde la autoridad se materializa a 5 metros de la entrada. La sensación de tranquilidad era absoluta, ni siquiera había clima de desconfianza, y si ese nexo de unión, esa cercanía, nos permite compartir momentos, hacer alianzas e incluso amistad, como ha sido mi caso con todos los que pude conectar, siendo síntoma inequívoco que la convivencia en nuestra sociedad, compartiendo lo que somos y lo que sabemos, hace realidad las palabras que rezan a la entrada del edificio: “En este lugar se alumbra la luz que ha de ser mañana el estilo policial: Servicio, Dignidad, Entrega, Lealtad”. Qué duda cabe que si estos fuesen los valores de la sociedad del futuro todos encajaríamos en un engranaje que giraría a la perfección, mejorando ostensiblemente nuestras vidas.
Todos tuvimos la misma impresión: El Espíritu de C1b3rwall es algo que hay que mantener, que recordar y que repetir, y llevarlo a todos los rincones de nuestro país. Parte de ese espíritu se vivió en Granada el pasado año, en unas Jornadas de Ciberseguridad y Ciberdefensa, en las que me conocieron la mayoría de los que han hecho posible C1b3rwall… Hay un algo que nos une, que nos consolida y nos hace sentirnos más unidos que antes. Todavía no le hemos puesto nombre pero todos lo hemos experimentado.
Antes preguntaba qué podía esperar de C1b3rwall. La respuesta vino en forma de tuit:
Ale Cortés (@Kirzahk)